Para muchos, los que atardecemos sabiéndonos cada día distintos en cierto modo al día anterior, los que iniciamos cada jornada sabiéndonos minoría pero confiando en que el mundo se componga algún día de seis mil millones de minorías en continua relación pacífica y enriquecedora, la cultura es un concepto abstracto que encuentra su concreción en la idea transmitida y en el diálogo que nace de esa idea, el cual puede acabar dando lugar a una espiral de pensamientos y sentimientos que contribuyan a fortalecer el engarce y la cohesión de las alas con las que nos elevamos por encima del statu quo hacia las más hermosas utopías. ¿Y qué narices quiere decir todo eso?, inquirirán destempladamente no pocos, sospechando haber desenmascarado una exaltación del vacío envuelta en palabras largas. Pero quien esto firma os puede asegurar, empeñando toda su modesta credibilidad en ello, que todos estos renglones se materializan en un significado exacto. Lo diré de otra forma:
Para muchos, los que atardecemos sabiéndonos cada día distintos en cierto modo al día anterior, los que iniciamos cada jornada sabiéndonos minoría pero confiando en que el mundo se componga algún día de seis mil millones de minorías en continua relación pacífica y enriquecedora, la cultura es entre otras muchas cosas el compendio de todas las formas de arte y comunicación creativa que hemos ido buscando durante todos estos años con la esperanza de que nos hablaran a nosotros, de que se dirigieran a nosotros por nuestro nombre, como viejas amigas, y nos transmitieran las vivencias de sus creadores de manera que nosotros las viviéramos por ellos; o nos ayudaran a interpretar nuestras propias experiencias de tal manera que de súbito encontráramos una respuesta insospechada pero cierta a una pregunta que nos viniese rondando por el intelecto desde tiempo ha, o, aún mejor, de modo que inusitadas preguntas nos vinieran al entendimiento y se ampliara así el campo de acción de nuestros sueños. Entonces, la cultura es parte orgullosa de lo que viene a pertrecharnos contra lo inhóspito.
El papel de la gestión cultural en todo esto sale a relucir cuando recordamos los obstáculos encontrados en el rastreo de nuestra cultura personal transferible; a veces, sobre todo en sociedades con menos infraestructura cultural que otras, hay que escarbar mucho para encontrar lo que cada uno considera sus joyas, y muchos hubiéramos echado de menos que alguien nos lo hubiera puesto un poquito más fácil, que nos hubiera acercado la variedad a la superficie… A buen entendedor pocas palabras bastan.
Y como estas palabras no pueden representar ni mucho menos el único concepto posible de cultura sino que debe de haber tantos como personas hay en el mundo, quiero animar a quien esto lea a que piense de qué maneras puede la cultura ayudarnos a entender mejor las interacciones entre humanos que acaecen en nuestro entorno y acercarnos a todo aquello que de tan ilusionante parecía ilusorio y sin embargo un día podría materializarse.
Nota:
Ha de quedar claro, por cierto, que el texto anterior pretende hablar de qué hacer, pues creo que el cómo hacerlo debe quedar para otros escritos que ya han sido o serán redactados; en lo que a mí respecta, estoy en proceso de aprendizaje de los entresijos de la gestión cultural (como todos, pero no sé si se puede decir que tengo un bagaje previo), y quizá deba esperar a que la experiencia y la investigación me enseñen un poco más. Es por ello que esta vez no he escrito sobre los centros cívicos; dado que nuestra tarea es analizar minuciosamente su funcionamiento y el cumplimiento de sus objetivos, no sería adecuado por mi parte teorizar sobre ellos previamente a dicho análisis, pues en pocos meses dispondremos de mucha más información y podremos hablar con mayor conocimiento de causa.
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